Como primer signo del zodiaco, Aries representa la primera etapa en la evolución del hombre y su lugar en el universo. La energía primaria de la vida misma, que es el primer paso para ser parte del universo, es evidente en el carácter y disposición de las personas de Aries. Los bebés piensan en sí mismos como el centro del universo de todos los demás. A medida que crecen, aprenden que ellos no son el centro, sino parte de un grupo familiar. Es la responsabilidad kármica de los nacidos en Aries aceptar la idea de que no son el centro del universo, sino parte de un orden social más grande, de todos los hombres. Los Aries que no desarrollan este tipo de madurez son exigentes e infantiles en su comportamiento. Ellos quieren lo que quieren, cuando lo quieren. La fuerza vital de la vida que es su herencia celestial, o bien se puede utilizar para inspirar a los demás y a sí mismos, o se puede girar hacia el interior para reflejar sólo sus propias necesidades egoístas, y como resultado, no evolucionan como individuos.
Los Aries son hacendosos. Se proponen hacer las cosas y están decididos a triunfar de una manera u otra. El símbolo astrológico de Aries es el carnero y, teniendo en cuenta la fuerza de la energía y el entusiasmo por el cual logran sus objetivos, no está fuera de lugar sugerir que "cornean" su camino al éxito. Deben, sin embargo, aprender la diferencia entre ser agresivos con confianza a alguien responsable que "tomar las riendas" en quien los demás se apoyan para desbloquear la situación - y de ser brutalmente agresiva - un "sabelotodo", que es insensible a los sentimientos, así como a los deseos de otros.
Las personas de Aries reaccionan de una manera física a todo lo que experimentamos en la vida. Es decir, antes de evaluar la viabilidad o el valor de lo que están haciendo, antes de poner en orden sus emociones verdaderas, y, antes de que se tome tiempo para razon